Probablemente sería poco o nada lo que sabríamos de Birmania (una lejana nación asiática ubicada al sur de China) si no fuera por Aung San Suu Kyi, la incansable luchadora por la democracia que en 1991 obtuvo el premio Nobel de la Paz.
Redacción INSUMISAS
Birmania es un país rico en gemas preciosas, jade, petróleo, gas y otros recursos minerales, lo que llamó la atención del imperio Británico, que la tuvo bajo su poder por más de cien años, hasta que los birmanos lograron su independencia en 1948. Pero la libertad no duró mucho: en 1962 los militares tomaron el poder y establecieron una dictadura que duraría hasta 2011. Es en este contexto que surge la figura de Aung San Suu Kyi.
Hija de uno de los fundadores de Birmania y una diplomática, desde muy pequeña manifestó interés por la política de su convulso país. Estudió en Oxford y luego trabajó tres años en la ONU, se casó con un británico y en 1988 regresó a Birmania para encabezar el movimiento en pro de la democracia. En 1990 participó en las elecciones generales con su partido, la Liga Nacional por la Democracia (LND), obteniendo un triunfo que a la postre fue ignorado por la junta militar en el poder, que la mantuvo en arresto domiciliario por quince años. Ese largo encierro la convirtió en una de las más conocidas prisioneras políticas del mundo, algo que pudo evitar, pues la dictadura le ofreció irse del país con la condición de nunca más volver, pero ella decidió sacrificarlo todo para luchar por su pueblo y se quedó.
Los reconocimientos y apoyos internacionales se volvieron constantes, entre ellos el ya mencionado premio Nobel de la Paz, al punto de que su figura se volvió un símbolo mundial de la lucha por la democracia, la libertad y la resistencia pacífica contra los abusos del poder. En 2015, ya liberada de su arresto domiciliario, pudo participar en las elecciones con la LND, que logró hacerse con el poder. Ella no pudo convertirse en presidenta, pues una ley se lo impedía a los birmanos con descendientes extranjeros, el cual era su caso. Pero un amigo suyo ocupó la posición y ella tomó las riendas de varios ministerios, convirtiéndose en el poder tras el poder.
Hoy, sin embargo, los militares han vuelto a derrocar al gobierno, poniendo bajo arresto a Aung San Suu Kyi y a otros líderes importantes. Nadie sabe en qué acabará este nuevo asalto a la democracia, pero lo cierto es que a sus 75 años y con una salud muy frágil, todo parece indicar que la heroína birmana no podrá ver su sueño convertido en realidad: una Birmania libre y democrática… a menos que esta vez el mundo reaccione y se ponga firmemente de su lado. Habrá que esperar a lo que suceda los próximos días.