Los derechos humanos de las mujeres… ¿realidad o ficción?

En septiembre de 1995 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) adoptó la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, una resolución que esboza doce ámbitos críticos que constituyen obstáculos para el adelanto de la mujer, e identifica el alcance de las medidas que los gobiernos, la ONU y los grupos de la sociedad civil deben tomar para hacer de los derechos humanos de las mujeres una realidad.​

Redacción INSUMISAS

A pesar de que ya han pasado más de 25 años desde que 189 países aceptaron y firmaron los contenidos de esta resolución, la realidad nos muestra que falta mucho para poder hablar de una aplicación cabal de sus propuestas. Millones de mujeres del mundo entero siguen siendo víctimas de la discriminación, como puede constatarse en los siguientes hechos:

  • Las leyes y las políticas de muchos países aún prohíben a las mujeres el acceso a la tierra, a la propiedad y a la vivienda.
  • La discriminación económica y social imperante se traduce en opciones vitales más reducidas y más pobres para las mujeres, lo que las hace más vulnerables a la trata de personas.
  • La violencia de género afecta por lo menos al 30% de las mujeres del mundo.
  • A las mujeres se les niegan sus derechos a la salud sexual y reproductiva.
  • Las defensoras de los derechos humanos son relegadas al ostracismo por sus comunidades, que las consideran una amenaza a la religión, el honor, la tradición o la cultura.
  • La función esencial que las mujeres desempeñan en la paz y la seguridad suele pasarse por alto, así como los peligros específicos que afrontan en las situaciones de conflicto.

En el caso particular de nuestro país, los feminicidios son la manifestación más grave y aberrante de discriminación y violencia contra las mujeres, la violación más extrema del derecho que tienen las mujeres a vivir una vida libre de violencia.

Por lo tanto, y con la mira puesta en garantizar de manera eficaz los derechos humanos de las mujeres, es necesaria una comprensión exhaustiva de las estructuras sociales y las relaciones de poder que condicionan no sólo las leyes y las políticas, sino también la economía, la dinámica social y la vida familiar y comunitaria. También es preciso desactivar los nocivos estereotipos de género, para que a las mujeres no se les perciba según las pautas de lo que “deberían” ser y hacer, sino que se les considere por lo que son: personas singulares, con sus propios deseos y necesidades.

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