No es vandalismo, es resignificación

En los últimos días hemos vivido una señalación por parte de la sociedad y del gobierno hacia el movimiento feminista, debido a las diversas manifestaciones que se suscitaron entorno a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer 8M.

 

 

 

 

TAMARA BLANCA CASTILLO / Lic. en Ciencias de la Comunicación y Maestra en Literatura Aplicada
Activista, feminista y académica / FACEBOOK / TWITTER / INSTAGRAM

 

En el caso particular de Puebla, la manifestación ha sido escandalizada por parte de los medios de comunicación, que no se cansan de tildar a las mujeres feministas como vándalas insensatas que han perdido la cordura en su lucha por la búsqueda de una vida digna.

Debo admitir que me causa risa (y a veces un poco de rabia), leer titulares amarillistas, que solo nutren la ignorancia y la indiferencia de una sociedad puritana que se escandaliza por ver al patrimonio cultural siendo intervenido por miles de mujeres que se han liberado y se han ido apropiando de espacios públicos a través de la manifestación y la colectividad.

Por un lado, me gustaría que se entendiera que esta colectividad se ha ido fortaleciendo y creciendo con el paso de los años y que esto no es simplemente una moda: es un movimiento social que surge y se refuerza a partir de intereses comunes exigencias que no han sido atendidas, como bien lo dice José Manuel Valenzuela en la página 6 de su libro El sistema es antinosotros: culturas, movimientos y resistencias juveniles (2017): “La acción social se configura a parir de la construcción de un sentimiento de identidad o conciencia de nosotros, proceso donde simultáneamente se construye una visión colectiva”. Lo anterior quiere decir que existe una fuerte necesidad por parte de un sector (en este caso, las mujeres) que ha generado lazos, identidades y (a partir de ello), estrategias para luchar contra el sistema patriarcal.

La radicalización del movimiento es necesaria, entendiendo que lo radical en la teoría feminista es el análisis y deconstrucción del sistema desde su raíz, por lo que es necesario la manifestación, dentro de la cual las mujeres pueden romper con ciertos estándares no permitidos dentro de una sociedad patriarcal, como lo es la apropiación del espacio público, el alzar la voz, el caminar en espacios públicos sin miedo, el desnudar nuestros cuerpos sin sexualizarlos, el acuerpar y cuidar de otras mujeres y por último (la que ha sido más criticada), la intervención de monumentos e instituciones de origen patriarcal, llámense iglesia, gobierno o familia,  que lo único que han hecho es forjar una visión andocéntrica que genera y reproduce dinámicas culturales y elementos simbólicos que  representan la represión y la violencia que nos ha condenado a lo largo de los años.

Es por ello que se intervienen dichos espacios, que se decoran con elementos que reivindican y resignifican la historia y el presente. Por eso se escribe el nombre de la mujer asesinada en alguna pared de una dependencia de gobierno, que lo único que ha hecho es revictimizar a la victima. Por eso es que se dibuja el símbolo feminista en un muro de una iglesia, institución que ha condenado a miles de mujeres y, junto con la sociedad en general, las ha señalado por el simple hecho de decidir sobre sus cuerpos.

La sociedad se escandaliza por ciertas acciones que siempre han sido parte de dichos movimientos sociales, y no solamente hablo de los feministas. Los movimientos buscar resignificar y reivindicar los derechos, con la finalidad de que se pueda convivir bajo el mismo espacio de manera digna.

Espero que algún día pueda ver a una sociedad escandalizada por las injusticias que se viven diariamente en este país, y no por intervenciones en espacios públicos.

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