El 2020 ha sido un año caótico y muy desalentador en materia de derechos humanos, particularmente en el caso de la violencia de género, ya que fue un año donde se presentaron las peores cifras de mujeres asesinadas tanto en feminicidios como en “supuestos” homicidios dolosos.
TAMARA BLANCA CASTILLO / Lic. en Ciencias de la Comunicación y Maestra en Literatura Aplicada
Activista, feminista y académica / FACEBOOK / TWITTER / INSTAGRAM
De acuerdo con datos del 2020 del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 10 mujeres son asesinadas diariamente; en el caso particular del estado de Puebla, se señalan cifras por parte de la Fiscalía del Estado de Puebla contrastando que son menores a las que se contabilizaron en algunos observatorios de género, algo muy alarmante para las mujeres que estamos en esta lucha. Esto no solo nos ha hecho cuestionar a la instancia, sino desconfiar de ella y de otras.
En Puebla se emitió la alerta de género el 8 de abril del 2019, como un mecanismo de protección de los derechos humanos hacia las mujeres para establecer la obligación de tomar acciones por parte de instituciones gubernamentales dentro de 50 municipios de la entidad. Dentro del Plan de Acción de la Declaratoria de Alerta se tienen algunas medidas derivadas a la prevención de la violencia a la mujer, de las cuales se contempla a la Secretaría de Educación Pública (SEP), entendiendo que las instancias educativas tuvieron que implementar acciones para la prevención de la violencia en la mujer, presentando estrategias contundentes en las que se reflejara la importancia de dialogar y educar desde una perspectiva de género.
Sabemos que el sistema ha ido reproduciendo dinámicas patriarcales que han sido normalizadas por la cultura, logrando que diversas instancias las asuman y reflejen una realidad social violenta, insegura, e inequitativa hacia las mujeres y niñas. Es por ello que, si queremos cambiar esto, la educación debe y tiene un papel elemental de generar sociedades equitativas, debido a que el aprendizaje (principalmente en la etapa de la infancia y la adolescencia) es básico para reflejar cambios en la sociedad y generar proyecciones y significados culturalmente.
Es alarmante que, a pesar de las recomendaciones por parte de la ley, las instancias educativas no estén abordando esta pedagogía, provocando una fuerte tendencia a reproducir patrones de conductas violentas en cuestiones de género.
En los primeros meses del 2020 el Estado de Puebla fue testigo de una ola de protestas en el marco de la conmemoración del Día de la Mujer, generando redes de autocuidado y la organización entre las mujeres, logrando visibilizar la violencia que se vivía en la sociedad, debido a que meses antes Puebla sufría una serie de tensiones sociales provocadas por diversas problemáticas, entre ellas: la inseguridad, el incremento de desapariciones, la impunidad de casos de feminicidios y el paro de estudiantes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, generando encuentros constantes por parte de movilizaciones sociales.
Las denuncias fueron parte de las manifestaciones y apropiaciones de espacios públicos y privados dentro del año 2020, y muchas de ellas tuvieron lugar dentro de las instituciones educativas, en las que evidenció la mala o la nula implementación de protocolos encaminados en prevenir, sancionar y erradicar la violencia de género dentro de ellas.
Muchas de estas intervenciones constaron de la visibilización de la violencia, acoso sexual y hostigamiento por parte de colaboradores y académicos, de las que muchas estudiantes, académicas y colaboradoras han sido víctimas. Estas denuncias fueron a través de tenderos públicos, pizarras, carteles y páginas de redes sociales creadas por jóvenes estudiantes de secundarias, preparatorias y universidades.
La urgencia de generar, incidir y aplicar protocolos con perspectiva de género se hizo muy evidente ante la falta de comprensión por parte de las instituciones y del profesorado por generar espacios donde se propicien relaciones de igualdad sustantiva para poder prevenir la violencia que se pueda generar dentro de estos lugares académicos. Es por ello que Puebla pide a gritos una pedagogía con perspectiva de género, desde la que se aborde y aplique una educación más justa y equitativa, en la que se erradique cualquier discurso y práctica de los distintos tipos de violencia que hemos asumido, normalizado y propagado como sociedad patriarcal.
La educación con perspectiva de género nos abre horizontes que aporta a la sociedad mejores condiciones de vida, hablando desde lo cultural, político y emocional (con una mirada transversal), para optar por relaciones sanas, no violentas, más justas, equitativas y sin discriminaciones de cualquier tipo.