Desde que debutó en el cine con un pequeño papel en 1996, la actriz Viola Davis no ha dejado de asombrar al mundo con su talento y su compromiso para interpretar papeles femeninos muy demandantes. Este año vuelve a la carga con La madre del Blues (Netflix), el vehículo para buscar una cuarta nominación al Oscar y una segunda estatuilla después de la ganada en 2016 por Fences.
ENRIQUE DELFÍN / Analista de cine
enrique.delfin@insumisas.com
La madre del blues, cuyo título original es Ma Rainey’s Black Bottom, ha sido dirigida por George C. Wolfe. Una primera visión nos deja con la idea de que se trata de una sencilla película de época con una anécdota también muy elemental: la legendaria cantante de blues Ma Rainey llega a Chicago para grabar unas canciones bajo contrato. El diseño de producción es muy cumplidor, el ensamble actoral es notable y el guion es generoso en diálogos memorables. Pero… ¿hay algo más?
Sin duda. A Viola Davis le llaman mucho la atención los papeles de mujeres afroamericanas sufriendo humillaciones históricas y emprendiendo luchas (a veces inútiles) para escapar de la discriminación. Basta recordar su memorable actuación de una madre de un pequeño abusado por un sacerdote, en La duda (2008), o de una empleada doméstica víctima del racismo imperante en la década de los 60 en Historias cruzadas (The Help) (2011).
Ahora se mete en la piel de la legendaria Madre del Blues, que tuvo que enfrentarse a la industria musical, dirigida por hombres blancos, que en todo momento quiso aprovecharse de su talento. Sus armas son, además de su gran voz y estilo único, un explosivo carácter y su renuncia a todo tipo de diplomacia con tal de salir viva de la cueva de lobos que fue su vida. La complejidad y carisma del personaje le viene como anillo al dedo para brillar intensamente, a la par del recientemente fallecido Chadwick Boseman, que seguramente también será candidato al Oscar de forma póstuma.