Tatuajes pequeños se han convertido en una opción muy popular para las mujeres que buscan añadir un toque de personalidad a su estilo. Sin necesidad de grandes diseños estos tatuajes, que suelen ser discretos y elegantes, pueden ubicarse en áreas del cuerpo. La muñeca, el tobillo, la clavícula, detrás de la oreja, en los dedos o los hombros, son los lugares más comunes. A menudo representan algo especial como unas iniciales, una fecha, como una flor, una estrella o un corazón.
Tatuajes pequeños no solo son una forma de expresión, sino que también permiten experimentar con la estética de manera sutil y sin comprometer áreas extensas. Es la antesala para adentrarse al mundo de las personas que han decidido hacer de su cuerpo un lienzo. A la hora de decidirse, es fundamental elegir un lugar higiénico y seguro, pues es una intervención en la piel. Antes de acudir a un estudio, es recomendable investigar sobre la reputación del lugar y de los tatuadores.
Los estudios deben cumplir con normas sanitarias, como la esterilización de los materiales, el uso de agujas desechables y la limpieza de las superficies. También es importante que el tatuador use guantes nuevos para cada cliente y que cuente con los permisos correspondientes. La Secretaría de Salud, es la encargada de regular dichos establecimientos. La seguridad debe ser una prioridad al tratarse de algo que estará en la piel de por vida y por los riesgos que implica.
La historia de los tatuajes
La historia de los tatuajes es tan antigua como la humanidad misma, y sus orígenes se remontan a miles de años atrás. Las primeras evidencias se han encontrado en momias egipcias de más de 2400 años de antigüedad. En dicha cultura los dibujos en la piel eran portados por mujeres de estatus dudoso, bailarinas o prostitutas. Al paso de los años se descubrió que tal vez se trataba de sacerdotisas. Pero la interpretación estaba cargada de un sentido de erotismo y sexualidad.
En Japón, por ejemplo, los tatuajes también surgieron hace miles de años. Se cree, como un arte sagrado asociado a la espiritualidad y la cultura de las clases más bajas. Con el tiempo fueron adoptados por diversas culturas. En Polinesia, los tatuajes formaban parte de un ritual de paso y estaban profundamente ligados a la identidad y el estatus de los individuos. Eran un medio para indicar la pertenencia a un territorio y también a la tribu que representaban.
El tatuaje ha recorrido un largo camino para llegar a ser lo que conocemos hoy. En la cultura occidental, la tendencia de tatuarse el cuerpo comenzó a popularizarse en el siglo XVIII. Cuando los exploradores europeos viajaron al Pacífico Sur, quedaron fascinados por los tatuajes de los pueblos de esta región, especialmente en lugares como Nueva Zelanda y Tahití. En este último, los dibujos corporales indicaban la madurez sexual de quienes los portaban, así como la geneaología.
Los maoríes lo usaban como símbolo de poder
Los maoríes de Nueva Zelanda, en particular, eran conocidos por sus tatuajes faciales, que llevaban un simbolismo importante y detallado, asociado al respeto. Los guerreros los utilizaban para establecer rangos dentro de las tribus y como símbolo de poder. Fuero admirados y reconocidos por habitantes de regiones aledañas. Los exploradores llevaron la práctica de vuelta a Europa, donde se convirtió en algo que inicialmente practicaban solo algunos sectores de la sociedad.
Hoy en día, el tatuaje es una forma de expresión artística aceptada y respetada en muchas partes del mundo. Las tendencias como los tatuajes pequeños han ayudado a su normalización. Los diseños minimalistas son ideales para aquellas personas que desean un toque de creatividad sin hacer una declaración audaz. Incluso hay quienes empiezan a teñirse figuras con tinta gena para probar si están dispuestos a tatuarse de por vida. Y tú, ¿te animarías a tatuar tu piel? Deja un comentario.